domingo, 30 de noviembre de 2014

EL PELÍCANO.

(LEONARDO DA VINCI. FÁBULAS)
Cuando el Pelícano se fue en busca de alimento, una serpiente escondida entre las ramas fue arrastrándose hasta el nido. Los pequeños dormían tranquilos.
Se acercó la serpiente, y con un fulgor malvado en los ojos dio inicio a la matanza. Una mordida venenosa a cada uno, y los pobrecillos pasaron inmediatamente del sueño a la muerte.
La serpiente, satisfecha, volvió a su escondite, para esperar la llegada del Pelícano. De hecho, al cabo del rato, el pájaro retornó.
Al ver aquella matanza, empezó a llorar, y su lamento era tan desesperado que todos los habitantes del bosque lo escuchaban conmovidos.
“¿Qué sentido tiene ahora mi vida sin vosotros?”, decía el pobre padre mirando a sus hijos asesinados. “¡Quiero morir también yo como vosotros!”.
Y con el pico se puso a desgarrarse el pecho, precisamente sobre el corazón. La sangre brotaba a borbotones por la herida, empapando a los pequeños asesinados por la serpiente.
De repente el Pelícano, ya moribundo, se estremeció. Su sangre caliente había dado vida a sus hijos; su amor los había resucitado. Y entonces, todo feliz, inclinó la cabeza y expiró. 

sábado, 29 de noviembre de 2014

LAS MONAS VIAJERAS.

(GIANNI RODARI, CUENTOS POR TELÉFONO)
Un día las monas decidieron hacer un viaje de aprendizaje. Camina que camina, se pararon y una preguntó:
-¿Qué es lo que se ve?
-La jaula del león, el estanque de las focas y la casa de la jirafa.
-Qué grande es el mundo y qué instructivo es viajar.
Siguieron el camino y se pararon sólo al mediodía.
-¿Qué es lo que se ve ahora?
-La casa de la jirafa, el estanque de las focas y la jaula del león.
-Qué extraño es el mundo y qué instructivo es viajar.
Se pusieron en marcha y se pararon sólo a la puesta del sol.
-¿Qué hay para ver?
-La jaula del león, la casa de la jirafa y el estanque de las focas.
-Qué aburrido es el mundo: se ven siempre las mismas cosas. Y viajar no sirve precisamente para nada.
Claro: viajaban, viajaban, pero no habían salido de la jaula y no hacían más que dar vueltas en redondo como los caballos en un tiovivo. 

 

viernes, 28 de noviembre de 2014

LA SORTIJA MÁGICA.

(BRUNO FERRERO)
Un rey convocó a la corte a todos los magos del reino y les dijo:
-Querría ser siempre un buen ejemplo para mis súbditos. Presentarme siempre como un hombre fuerte y seguro, sereno e impasible frente a las vicisitudes de la vida. Me ocurre a veces que me encuentro triste o deprimido por una mala noticia. Otras veces una alegría imprevista o un gran éxito me ponen en un estado de sobreexcitación anormal. Todo esto no me gusta. Me hace sentirme como una brizna que lleva el viento de la suerte. Fabricadme un amuleto que me proteja de estos estados de ánimo y estos cambios de humor, tanto tristes como alegres.
Uno tras otro, los magos se echaron atrás. Sabían hacer amuletos de todas clases para los incautos que se acercaban a pedirles ayuda, pero no era fácil engatusar a un rey. Y a un rey que, además, pretendía un amuleto de efecto tan difícil.
El rey estaba a punto de estallar de ira, cuando se adelantó un viejo sabio que dijo:
-Majestad, mañana te traeré el anillo que buscas. Cada vez que lo mires, si estás triste te pondrás alegre y si ten encuentras nervioso, podrás calmarte. Simplemente bastará que leas la frase mágica en el anillo grabada.
Al día siguiente el viejo sabio volvió y, en medio de un silencio general, ya que todos tenían curiosidad por conocer la frase mágica, alargó el anillo al rey.
El rey lo miró y leyó la frase grabada sobre el aro de plata: “También esto pasará”. 

 

jueves, 27 de noviembre de 2014

EL LEÓN, EL ZORRO Y EL CIERVO.

(ESOPO)
El león, enfermo en una cueva, dijo al Zorro, su amigo predilecto:
-“Si quieres que yo cure, si mi vida te importa, anda en busca del Ciervo que vive en el bosque, y, halagándolo con palabras melosas, tráelo aquí entre mis garras, que yo me muero de las ganas de comer sus vísceras y su corazón”.
El Zorro obedeció y encontró al Ciervo que saltaba gozoso en el bosque:
-“Traigo buenas noticias”, le dice. “El León, nuestro Rey, está enfermo, próximo a morir. Ha pensado qué animal podría sucederle en el reino, y ha dicho: el Jabalí es un necio, el Oso un tonto, el Tigre un fanfarrón. Sólo el Ciervo es digno de tomar mi puesto, por su aspecto imponente. En pocas palabras: el Rey serás tú. Ven pronto, y estate cerca, hasta que haya muerto.”
Todo hinchado de orgullo, e ignorante de lo que le esperaba, el Ciervo se fue hasta la cueva real.
Apenas lo tuvo a un tiro de piedra, el León se le fue encima; pero le rasgó solamente una oreja, y el Ciervo huyó veloz al bosque.
Rabioso y hambriento, el León se dirige de nuevo al Zorro:
-“¡Encuentra una nueva astucia, y tráemelo aquí!”, le ordenó.
El Zorro corrió detrás de las huellas ensangrentadas del Ciervo. Lo encontró tomando aliento, y se le puso delante con descaro. El Ciervo fue preso de un ímpetu de cólera:
-“Maldito canalla”, le dijo, “no me tentarás más. Si te acercas, te mato de un porrazo. Anda, anda a raposear a quien no te conoce; anda a calentar a otro la cabeza y a darle el reino a otro animal”.
Pero el Zorro responde:
-“¿Así tan tímido y vil eres? ¿Verdaderamente? ¿Tú? ¿Qué te ha hecho el León? Te ha cogido por la oreja porque quería darte instrucciones, como quien está para morir, sobre tu próximo cargo. ¡Y tú no soportas siquiera el rasguño de una pata debilitada!... Y ahora el León, más rabioso que tú, se propone elegir Rey al Lobo… ¿Entiendes? El Lobo… No, ven, ven, y no temas nada. Juro que el León no te hará ningún daño. Yo no quiero otro soberano que el Ciervo”.
Así caído una vez más en la trampa, regresó a la cueva del León. Y el León tuvo su comida: huesos, médula, vísceras, todo devoró ávidamente. El Zorro estaba mirando. Se dio cuenta de que el corazón había resbalado en el suelo, lo agarró a escondidas y se lo comió, como remuneración por sus buenos servicios. 

miércoles, 26 de noviembre de 2014

EL CABALLO Y EL LEÓN.

(ESOPO)
Un león que no podía ya cazar por su extremada vejez, trató de matar a un caballo que pacía en el campo.
Para esto fingió ser médico, y se llegó a él preguntándole por su salud.
El caballo conociendo el engaño, y la mala intención del león, le respondió con disimulo, que estaba muy malo, pues se le había metido una espina en una pata; y le dijo:
“Amigo, cuánto me alegro de tu venida, pues creo que los dioses te han traído aquí para darme salud, ve pues la manera de sacarme esta espina, que me molesta mucho”.
El león fingiendo que sentía su mal, se ofreció a sacársela, pero siempre con la intención de matarle.
Púsose el caballo en buena posición para lograr su intento, y al tiempo de ir el león a sacarle la espina, le dio un par de coces en la frente, y se escapó, dejando al león tendido en el suelo.
Cobrando después el león el sentido, se levantó, y viéndose en tal mal estado, y que el caballo no aparecía, dijo para sí:
“Con harta razón sufro esto, pues el caballo justamente me ha devuelto un engaño por otro”. 

martes, 25 de noviembre de 2014

LAS MARIPOSAS Y LA LUZ

(LEYENDA ÁRABE)
Una noche las mariposas se reunieron, con el ansia de conocer la llama. Decían:
“Es necesario que alguien nos dé alguna noticia”.
Una de ellas se acercó a un castillo, y desde afuera vio, a lo lejos, la luz de una vela. Contó su impresión, según lo que había podido entender.
Pero la mariposa que presidía la asamblea no se dio por satisfecha.
“No sabes nada de la llama” dijo.
Partió otra, y penetró en el castillo, tocando la vela, pero manteniéndose lejos de la llama. También esa reportó un pequeño manojo de secretos, contando su encuentro con la vela. Pero la sabia mariposa le dice:
“Tampoco esto es un informe, querida. Tu relación vale tanto como la otra”.
Partió una tercera, y ebria, ebria se posó, moviendo las alas, sobre la llama. Estiró las patas y la abrazó, perdiéndose alegremente en ella.
Envuelta completamente por el fuego, sus miembros se pusieron rojos como el fuego. Cuando una sabia mariposa la vio desde lejos, convertida en una sola cosa con la llama, ya del color de la luz, dijo:
“Sólo ésta ha alcanzado el objeto. Sólo esa, ahora, sabe algo de la llama”. 

lunes, 24 de noviembre de 2014

EL SILENCIO.

El abuelo y la abuela se habían peleado, y la abuela estaba tan enojada que no le dirigía la palabra a su marido.
Al día siguiente, el abuelo había olvidado por completo la pelea, pero la abuela seguía ignorándole y sin dirigirle la palabra. Y, por más esfuerzos que hacía, el abuelo no conseguía sacar a la abuela de su mutismo.
Al fin, el abuelo se puso a revolver armarios y cajones. Y cuando llevaba así unos minutos, la abuela no pudo contenerse y le gritó airada:”¿Se puede saber qué demonios estás buscando?”
“¡Gracias a Dios, ya lo he encontrado!” –le respondió el abuelo con una maliciosa sonrisa-.
“¡Tu voz!” 

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domingo, 23 de noviembre de 2014

EL ARPA DE PEIWOH

(J. FÉLIX)
Había una vez un árbol bellísimo que un mago logró transformar en un arpa encantada. Pero el espléndido instrumento dejaría salir sus notas melodiosas, si fuese tocado sólo por los dedos del músico más grande del mundo.
Inútilmente, su propietario, el Emperador de China, invitó a los mejores artistas a tocar aquel arpa: no lograron más que desentonaciones que hacían rechinar dientes y orejas.
Al final se presentó Peiwoh, el príncipe de los artistas. Al contacto de sus dedos empezó a salir del arpa una melodía maravillosa en la cual se podían recoger todas las armonías de la naturaleza: el esplendor del bosque al salir el sol, la dulzura del claro de luna, el silbido del viento, la espuma cariñosa de las olas del mar. Se percibían también las fragantes melodías que salen de la tierra en todas las estaciones.
El Emperador y su Corte estaban enmudecidos por la admiración.
“¿Cuál es el secreto de tu arte?”, se le preguntó a Peiwoh.
Él respondió:
“Todos los demás músicos han fallado porque sólo buscaban expresarse a sí mismos, yo, en cambio, he tratado de olvidarme. ¡Dejo libre el arpa para escoger su tema, para expresar su música, su melodía y en realidad, cuando toco, no sé si el arpa es Peiwoh o si Peiwoh es el arpa.

 

sábado, 22 de noviembre de 2014

LA ALONDRA Y LAS RANAS

(FÁBULA DE GHUANG-TZU)
Había una vez un pueblo de ranas que vivía en el fondo de un pozo oscuro, desde el cual no se podía ver nada del mundo de afuera. Estaban gobernadas por una grande Rana jefe que pretendía ser el dueño del pozo y de todo lo que allí nadaba y se arrastraba.
La Rana Jefe vivía del trabajo de las numerosas ranas esclavas con las cuales compartía el pozo. Estas pasaban todas las horas de sus oscuros días y casi todas las horas de las también oscuras noches, trabajando continuamente para engordar a la Rana Jefe.
Sucedió que una alondra excéntrica quiso bajar volando al pozo y contar a las ranas todas las cosas maravillosas que había visto viajando por el gran mundo de afuera: el sol, la luna, las estrellas, los montes, los valles, y lo que significaba lanzarse en el espacio infinito que estaba sobre ellas.
De vez en cuando, la alondra iba de visita y la Rana Jefe mandaba escuchar a las esclavas todo lo que ella les decía, explicando que todas aquellas maravillas no eran otra cosa que la tierra feliz “donde van todas las ranas buenas como recompensa después de una vida de sufrimiento”.
Pero pensaba que aquel pájaro extraño estaba completamente loco. Las ranas esclavas, en un primer momento, se habían dejado engañar acerca de todo lo que el Jefe quería hacerles creer, pero después fueron convencidas por ciertas ranas pensadoras que aquel pájaro había sido usado por la Rana Jefe para tenerlas dominadas con la esperanza del futuro.
“Esta es una mentira”, cantaban amargamente las ranas esclavas.
Pero entre ellas había una rana filósofo, que, después de mucho pensar, sugirió:
“Aquello que dice la alondra no es propiamente una mentira, y no es tampoco fruto de su locura. Aquello que la alondra quiere decirnos verdaderamente, es qué hermoso lugar podremos hacer de este infeliz pozo si usáramos nuestras mentes. Cuando canta los cielos límpidos y ventilados, se refiere a la ventilación de la cual podremos gozar, en vez de este aire húmedo y fétido; cuando canta al sol y a la luna, se refiere a los métodos de iluminación que podemos introducir para dispersar las tinieblas en las que vivimos. Algo todavía más importante, cuando canta que hay que levantar vuelo sin frenos hasta las estrellas, alude a la libertad de la que gozaremos cuando nos quitemos de las espaldas el peso de la Rana Jefe. Por lo tanto, no debemos despreciar a este pájaro, sino al contrario apreciarlo por la inspiración que nos ha dado”.
Y cuando, finalmente, vino la resolución, las sugerencias de la alondra tan apreciadas que las ranas esclavas la pintaron en sus banderas. Después de la destitución de la Rana Jefe el pozo fue iluminado y ventilado magníficamente, y transformado en un lugar más confortable para vivir.
Aún más, las ranas gozaron de un nuevo tiempo libre, y de muchos placeres de los sentidos, exactamente como les había predico la rana filósofo.
Pero la excéntrica alondra iba todavía de visita al pozo, a cantar sus maravillas.
“Quizás –conjeturó el filósofo- este pájaro está verdaderamente loco. Es cierto que no tenemos ya necesidad de estos cantos enigmáticos, y es fastidioso escuchar sus fantasías, ahora que han perdido su importancia social.”
Así, un día las ranas atraparon a la alondra, y, después de haberla matado, la cubrieron de paja y la pusieron en su museo cívico. Pero en una de las ranas se insinuó la duda de que aquel mundo maravilloso del que había hablado la alondra, existiera de verdad, y que fuese más bien la verdadera realidad.
Y tanto se persuadió, con el pasar del tiempo, que tomó por fin la decisión de ir a conocerlo, y en medio del estupor de todas, un día salió del pozo, con la esperanza de ser seguida, más allá de los confines del pozo artificialmente iluminado, por otras ranas. 

 

viernes, 21 de noviembre de 2014

EL REY PRUDENTE.

(POPULAR DE AFGANISTÁN)
Bahaudin era un príncipe poderoso, activo en administrar los asuntos de estado y despreocupado por las cosas de la mente.
Un día decidió que algo debía hacerse respecto al gran número de bribones y vagabundos que habían ido a vivir al abrigo de su próspero dominio.
Ordenó a los guardias que, en un mes a partir de ese día, todos los vagabundos y pedigüeños deberían ser arrestados y llevados al patio de su castillo para ser juzgados.
Cierto sabio sufí, que era consejero y miembro de la corte de Bahaudin, pidió permiso para ausentarse y emprender un viaje.
Cuando llegó el día designado, los guardias reunieron a todos los vagabundos y se los hizo sentar en un grupo enorme a la espera del rey Bahaudin.
Viendo tanta gente indeseable sentada delante de su fortaleza, el rey Bahaudin se encolerizó en extremo. Hizo un discurso y terminó diciendo:
- La corte decreta que todos seáis azotados por malhechores y causantes de descrédito para nuestro reino.
En medio de los prisioneros, el sabio sufí vestido con harapos, se irguió y dijo:
- ¡Oh, Príncipe de la familia del profeta! Si un consejero de tu propia corte ha sido arrestado a causa de su ropa y eso ha bastado para que lo consideren un malhechor, debemos proceder con cuidado. Si basta con la vestimenta para saber que somos malhechores, existe el peligro de que la gente aprenda esta costumbre y empiece a juzgar a gobernantes como tú, sólo por su traje y no por su valor interno. ¿Qué le ocurriría a la institución del gobierno justo?
Oído esto, Bahaudin abandonó su trono y se dedicó a la reflexión. Está enterrado cerca de Kabul en Afganistán, donde se le considera uno de los más grandes maestros de la sabiduría que han existido. 

jueves, 20 de noviembre de 2014

EL FRUTO EN EL AGUA.

(CUENTO DE LA ISLA DE ZANZÍBAR)
Una mujer se acercó a la fuente: un pequeño y limpio espejo entre los árboles del bosque.
Mientras sumergía el ánfora para pozar el agua, descubrió en el agua un grueso fruto rosado, tan hermoso que parecía decir:
“¡Tómame!”.
Alargó el brazo para cogerlo, pero aquél desapareció, y apareció sólo cuando la mujer retiró la mano del agua.
Así por dos o tres veces.
Entonces la mujer se puso a sacar agua para agotar la fuente. Trabajó mucho, sin quitar la vista al fruto misterioso; pero cuando sacó toda el agua, se dio cuenta de que el fruto ya no estaba.
Desilusionada por aquel encantamiento, estaba por marcharse, cuando oyó una voz entre los árboles (era un pájaro sabio):
“¿Por qué buscas abajo? El fruto está allá arriba…”
La mujer levantó los ojos y, colgado a una rama sobre la fuente, descubrió el fruto, del cual había visto en el agua sólo el reflejo.
¿No nos sucede un poco así a todos nosotros, cuando buscamos en tierra, o incluso en el pozo, aquel bien que está en lo alto? 

miércoles, 19 de noviembre de 2014

LA FUERZA DEL HAMBRE.

(CUENTO ZEN)
Esta historia transcurre en el Japón durante un período de hambre.
Un campesino que no tenía con qué alimentar a su familia se acuerda de la costumbre que promete una fuerte recompensa al que sea capaz de desafiar y vencer al maestro de una escuela de sable. Aunque no había tocado un arma en su vida, el campesino desafía al maestro más famoso de la región.
El día fijado, ante numeroso público, los dos hombres se enfrentan. El campesino, sin mostrarse nada impresionado por la reputación de su adversario, lo espera a pie firme, mientras que el maestro de sable, estaba un poco turbado por tal determinación.
“¿Qué será este hombre?”, piensa. “Jamás ningún villano hubiera tenido el valor de desafiarme. ¿No será una trampa de mis enemigos?”.
El campesino, acuciado por el hambre, se adelanta resueltamente hacia su rival. El maestro duda, desconcertado por la total ausencia de técnica de su adversario.
Finalmente, retrocede movido por el miedo. Antes incluso del primer asalto, el maestro siente que será vencido. Baja su sable y dice:
- Usted es el vencedor. Por primera vez en mi vida he sido abatido. Entre todas las escuelas de sable, la mía es la más renombrada. Es conocida con el nombre de “La que con un solo gesto da diez mil golpes”. ¿Puedo preguntarle, respetuosamente, el nombre de su escuela?
- La escuela del hambre – responde el campesino. 

martes, 18 de noviembre de 2014

EL AMIGO DEL OSO.


(PROVERBIO ÁRABE)

Un hombre bueno, viendo que una serpiente venenosa atacaba a un oso, fue a socorrerlo y lo libró de la serpiente.
El oso fue tan sensible a la bondad que había demostrado el hombre con él, que le siguió por donde quiera que fue y se hizo su esclavo fiel, protegiéndole de cualquier cosa que le molestara y haciéndole muchos favores.
Un día, el hombre estaba durmiendo y el oso, de acuerdo con su costumbre, estaba sentado a su lado, espantando las moscas, sobre todo aquellas que intentaban posarse en la cara de su amo y salvador.
Las moscas se volvieron tan persistentes en sus molestias que el oso perdió la paciencia y, agarrando la piedra más grande que pudo encontrar, se la arrojó con la intención de matarlas, pero, desafortunadamente, las moscas escaparon y la piedra cayó sobre la cabeza del durmiente, aplastándola.
La moraleja es: “Hay que saber ayudar a los demás con inteligencia”. 

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lunes, 17 de noviembre de 2014

AUSTERIDAD

(DE LOS APOTEGMAS DE LOS PADRES DEL DESIERTO)

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Vivían en una misma celda dos frailes bastante conocidos por su humildad y paciencia. Poco a poco, pasando los años, habían acomodado su nido eremítico de una manera perfecta.
La celda la habían hecho de mimbres y toda pintada: alrededor habían hecho un hermoso huerto con riachuelos de agua que venían de un manantial cercano, los cuales lo mantenían fresco todo el año y con tantas hortalizas y frutos que podían regalarle a los otros ermitaños. No faltaban ni siquiera pequeños macizos de flores y de hierbas olorosas que servían para adornar el pequeño altar del oratorio.
Un día un viejo monje, que había oído hablar de las grandes virtudes de estos dos hermanos, quiso cerciorarse en persona:
“Iré a ver”, dijo, “si es oro todo lo que reluce”.
Recibido con mucha reverencia y hecha oración, pidió ver el jardín.
“Venga, venga”, dijeron los dos, y lo acompañaron.
“Bello, bello”, decía el viejo arrugando la nariz: “Demasiado bello para unos eremitas…”
Y, tomando un bastón, se puso a zarandearlo con gran furia a diestra y siniestra, golpeando las berzas, la ensalada, los pepinos, las flores.
Parecía enloquecido. Los dos estaban allí, con los brazos cruzados, mirándolo, y apenas tuvieron el aliento para decir:
“¡Oh Dios!”, pero no añadieron otra cosa.
Más tarde, arrojados a los pies de aquel santo Padre que, mientras tanto, se había sentado a la sombra a secarse el sudor, le dijeron:
“Padre, si te agrada, iremos a recoger algo de aquella berza que ha quedado, y así la coceremos y la comeremos los tres juntos”.
El viejo no creía lo que estaba viendo: todo admirado, los abrazó y dijo:
“Doy gracias a Dios, porque verdaderamente el Espíritu de Dios que es paciente habita en vosotros”. 


domingo, 16 de noviembre de 2014

LA ENSEÑANZA DEL ANCIANO.

(POPULAR CHINO)
Hacía ya algún tiempo que un experto luchador de Kung fu se había instalado en un pequeño pueblo aislado, y comenzaba a sentirse a sus anchas ya que el miedo que inspiraba a los lugareños le permitía convertirse en el “señor” del lugar.
Lo que más apreciaba por encima de todo, era ver que nadie osaba enfrentarse a él ni cruzarse en su camino.
Pero llegó un día en que un anciano de larga y blanca barba no le cedió el paso y continuó su camino justo delante de él. Fiel a su terrible imagen, el experto artista marcial intentó empujar al viejo, pero su cuerpo se encontró con el vacío, ya que el anciano había esquivado el empujón. Furioso, el luchador se abalanzó sobre el anciano y comenzó a golpearle; en medio de la pelea el anciano intentaba torpemente parar los golpes. Lo único que consiguió fue rozar levemente el cuerpo del maestro de Kung fu. Pero no era un contrincante digno para él y pronto el anciano rodó por el suelo.
Satisfecho con la lección que acababa de dar al anciano, el agresivo luchador dejó allí el cuerpo inanimado del viejo que había osado resistírsele. Cuando el agresor se alejó, el anciano abrió un ojo y luego el otro. Torpemente se levantó, se sacudió el polvo y continuó tranquilamente su camino.
Los días fueron pasando y el luchador cada vez se sentía menos en forma, notando un gran malestar en su cuerpo que se tomaba cada vez más débil; tenía problemas de respiración y la cabeza le dolía frecuentemente.
Un día sintió tales escalofríos acompañados de fiebre, que tuvo que quedarse en la cama ya que no tenía fuerzas para moverse y apenas podía hablar. Después de haber meditado largamente sobre la razón de su malestar y debilidad, sólo halló una explicación probable: el ligero golpe que había dado al anciano, sin duda habría tocado algún punto vital, y su efecto se manifestaba ahora.
Comprendiendo finalmente que el anciano le había dado una buena lección, el experto artista marcial advirtió cuál engañosas son las apariencias y cuánto había vivido hasta entonces en la ilusión de su fuerza.
Embargado por un verdadero remordimiento, envió a buscar al viejo para pedirle perdón por su incalificable conducta y para darle las gracias por haberle abierto los ojos.
El anciano vivía en un pequeño templo cercano al pueblo, por lo que no tardó en llegar. El mismo anciano decidió curarle, impresionado por el sincero arrepentimiento del matón. Así, tras varias sesiones de Tui-Na, acupuntura y un tratamiento de hierbas medicinales, el luchador pudo ponerse en pie y recuperó sus fuerzas; entonces suplicó humildemente al anciano que lo aceptara como su alumno, poseído por una verdadera necesidad de aprender.
De esta manera se quedó junto al anciano hasta que éste murió. Luego volvió al pueblo, pero ahora su presencia ya no inspiraba miedo, sino un apacible respeto. 

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sábado, 15 de noviembre de 2014

OTRO MENDIGO MÁS.

Los vecinos del místico musulmán Farid lograron persuadir a éste de que acudiera a la Corte del Emperador y obtuviera de Akbar un favor para la aldea. Farid no estaba muy convencido de las posibilidades del emperador, pero por contentar a sus vecinos se fue a la Corte.
Cuando llegó a ella no le dejaron pasar porque el emperador Akbar se encontraba haciendo sus oraciones.
Cuando, al fin, el emperador se dejó ver, Farid le preguntó: “¿Qué estabas pidiendo en tu oración?”.
“Le suplicaba al Todopoderoso que me concediera éxito, riquezas y una larga vida”, le respondió Akbar.
Farid se volvió, dando la espalda al emperador, y salió de allí mascullando: “Vengo a ver a un emperador… ¡y me encuentro con un mendigo que es igual que todos los demás!: Sólo sabe pedir”. 

viernes, 14 de noviembre de 2014

EL CUENCO DE LECHE.

El sabio indio Narada era un devoto de Dios. Tan grande era su devoción que un día sintió la tentación de pensar que no había nadie en todo el mundo que amara a Dios más que él.
El Señor leyó su corazón y le dijo: “Narada, ve a la ciudad que hay a las orillas del río Ganges y busca a un devoto mío que vive allí. Te vendrá bien vivir en su compañía.”
Así lo hizo Narada, y se encontró con un labrador que todos los días se levantaba muy temprano, pronunciaba el nombre de Dios una sola vez, tomaba su arado y se iba al campo, donde trabajaba durante toda la jornada. Por la noche, justo antes de dormirse, pronunciaba otra vez el nombre de Dios. Y Narada pensó: “¿Cómo puede ser un devoto de Dios este patán, que se pasa el día enfrascado en sus ocupaciones terrenales?”
Entonces el Señor le dijo a Narada: “Toma un cuenco, llénalo de leche hasta el borde y paséate con él por la ciudad. Luego vuelve aquí sin haber derramado una sola gota”.
Narada hizo lo que se le había ordenado.
“¿Cuántas veces te has acordado de mí mientras paseabas por la ciudad? – le preguntó el Señor.
“Ni una sola vez, Señor”, respondió Narada. “¿Cómo podía hacerlo si tenía que estar pendiente del cuenco de leche?
Y el Señor le dijo: “Ese cuenco ha absorbido tu atención de tal manera que me has olvidado por completo. Pero fíjate en ese campesino, que a pesar de tener que trabajar y cuidar de toda una familia, se acuerda de mí dos veces al día… 

jueves, 13 de noviembre de 2014

CUESTIÓN DE FE.

(LEYENDA HINDÚ)
El Señor decidió un día crear al hombre, es decir, un ser capaz de hacer todavía más bella la ya hermosa creación.
A este anuncio, los ángeles se agitaron, no por celos de la nueva creatura, sino por desconfianza hacia la nueva obra, que a ellos le parecía inconcebible e inactual.
Tomaron, pues una actitud crítica respecto al Señor, casi temiendo que la gran fatiga de la creación hubiese despojado a Dios de criterio, sentido común y sabiduría.
Los ángeles no lograban entender un ser que tenía que participar del mundo inferior y del mundo superior. Un pedazo de tiempo incrustado en la eternidad; la contradictoria coexistencia de lo material con lo espiritual.
La cosa no era razonable para los ángeles, no era ni siquiera posible para Dios; era necesario impedir a toda costa que el Señor realizase su proyecto.
Por lo tanto, se organizó una asamblea. Se preparó una especie de orden del día, en la cual, considerando que lo espiritual no podía estar unido a lo material, intimaban al Creador a no llevar a efecto aquel proyecto.
La orden del día fue sometida a votación por unanimidad y un querubín se encargó de someterla a la consideración divina.
El Señor leyó. Frunció las cejas. Releyó. La orden del día no tenía ningún error, y revelaba en la redacción un notable discernimiento crítico.
A pesar de eso, el Señor movió la cabeza, poco persuadido. Miró fijamente al ángel y le dijo con firmeza:
“Todo es justo; todo es verdad; pero lo que quiero hacer no es cuestión de filosofía”.
“¿Y de qué es entonces?” preguntó sumisamente el querubín.
“El hombre”, sentenció el Señor, “para mí es cuestión de fe y confianza”.
Calló. Un instante después confirmó: “La persona humana es cuestión de fe”. 

miércoles, 12 de noviembre de 2014

COMIDA DE SORPRESA.

(EJEMPLOS DE LA INDIA)
Varios oficiales del ejército inglés colonial comían en una ciudad de la India. Les había invitado una atractiva señora inglesa que acompañaba a su marido en sus negocios y trabajos.
La conversación cae sobre la calma y sobre la presencia de espíritu de las mujeres, y más concretamente sí en caso de peligro hay que dar más confianza a los hombres o a las mujeres.
Los oficiales y funcionarios presentes sostenían que, en caso de peligro, las mujeres se volvían histéricas. Todos estuvieron de acuerdo en esa apreciación acerca de las mujeres, excepto la joven dueña de la casa.
Esta mujer joven, mientras todos discurrían acerca de la debilidad de las mujeres, llamó a un siervo hindú:
“Alí”, le dijo la señora, “ve enseguida a traer una taza de leche y ponla en el suelo”.
Abriendo los ojos por el temor, el siervo salió corriendo, y regresó con la escudilla de leche y la posó en el suelo cerca de la mesa. Después se retiró.
Fu entonces cuando de debajo de la mesa salió algo largo y grueso, color oscuro amarillento con manchas negras y blancas… La cobra se acercó a la leche, y enseguida los siervos hindúes le cayeron encima y la mataron.
“¡Menos mal que hemos sido capaces de matar a esta cobra tan venenosa!”, dijo jadeante un coronel, secándose la cara pálida por el susto.
“¿Pero cómo diablos sabías que había una serpiente debajo de la mesa?”, preguntó el coronel a la dueña de la casa, que sonreía de satisfacción contemplando el desenlace de la escena.
“Se me había enrollado en la pierna”, respondió con calma la patrona de la casa. 

martes, 11 de noviembre de 2014

LA CAMA DEL SABIO.

(CUENTO ÁRABE)
Un sabio era conocido por todos por su inalterable paciencia, tanto que corría la voz de que no se había airado jamás en su vida por nada.
Dudando del hecho, algunos amigos se pusieron de acuerdo con su sirvienta para que hiciera de todo para hacerlo montar en cólera.
A una sirvienta no le faltan ocasiones de este tipo; pero un arroz quemado o un vaso roto, ciertamente, no podían mover a un tipo como su señor que desde siempre había dado muestras de un inalterable control de sí mismo.
Entonces decidió no hacerle la cama por la mañana; la dejaba así como estaba, limitándose sólo a arreglarla un poco. Y el sabio, por la noche, se acostaba pacíficamente en su cama deshecha.
Así hizo por algún día y el sabio no se alteró ni lo más mínimo. Después la sirvienta compadecida volvió a hacer la cama. Pero el sabio le dijo:
“¿Por qué has vuelto a hacerme la cama? ¡Yo ya me he acostumbrado a la cama deshecha, y duermo mejor que antes!”. 

lunes, 10 de noviembre de 2014

LA LIEBRE, EL LEÓN Y EL POZO.

Sabrás que un león habitaba en una tierra my fértil en compañia de otras bestias salvajes. Y todos vivían muy bien, pues había agua, y pasto, y todo lo que necesitaban para su sustento.

Había asímismo en aquella tierra un río al que llamaban "El río de las liebres", por las muchas que moraban en sus riberas. Y era tal el miedo que estos animalitos sentían por el león, que acordaron presentarse a él y decirle:

-Señor, no pasa un día en que no hagas entre nosotras una gran carnicería y matanza para matar una solamente. Para evitar esto, te proponemos que todos los días una de nosotras venga a tí a la hora de comer para servirte de alimento. De este modo tú podrás holgar y nosotras nos sacrificaremos con gusto para evitar mayores males. ¿Qué te parece?.

Encontró el león muy prudente la idea, pues ello permitiría comerse diariamente un plato de su gusto sin otro trabajo que esperar sentado a que le viniese a la boca.

Fueronse la liebres, y a la otra mañana echaron a suerte para ver a quien le tocaba presentarse al león y ser devorada por él .Y a la que le tocó sacrificarse, cuando llegó la hora de partir dijo a las demás:

- Adios y hasta pronto.

- ¿Cómo hasta pronto? preguntaron las otras sorprendidas.

-Pienso -dijo la primera- poner en práctica un plan para matar al león, y espero no fallar en el intento.

-¿ Y en qué consiste ese plan que imaginaste?.

- A mi vuelta os lo contaré.

Marchóse a toda prisa a ver al león y, a pocos pasos a donde tenía este su guarida, se detuvo y esperó tranquilamente a la sombra de un olmo; y cuando pasó con mucho la hora de comer, echóse a andar de nuevo y presentóse a la fiera.

-¿ Cómo has tardado tanto?- rugió ésta-. Lo convenido ha sido que estuvieras aquí a la hora de yantar.

- Perdonadme, señor -disculpóse la liebre humildemente-, no ha sido mía la culpa. Sabed que cuando me dirigía a vos, me econtré a otro león, que consigió apresarme entre sus garras; y le dije que no me tocara, que era vianda vuestra; pero él se echó a reir y me dijo que en todos los parajes mandaba él, y que en cuanto os topase en su camino os lo haría saber a fuerza de zarpazos, hasta dejaros más pelado que a un mono. Yo entonces fingí que me placía su compañía, y en un momento en que estaba distraído eché a correr y aquí me tenéis para serviros de manjar y aplacad vuetro apetito.

El león, lleno de furor, soltó un rugido que hizo estrmecer los montes. Luego preguntó a su victima:

-¿Dónde está ese leonzuelo que se atreve a insultarme y disputar mi poder?.

- Si quereis, yo puedo mostraros en donde tiene su aposento.

- Pues ¡hala!, vamonos pronto y guiame hasta él.

Llevólo la liebre a una legua aproximadamente de allí y, señalandole un pozo, le dijo:

- Mirad, en el pozo de este recinto lo encontrareis.

Asomóse el león al borde del pozo, y viendo reflejada en él su propia imagen, creyó que era el otro león el que estaba tumbado baca arriba, y llevado por sus furor, saltó y cayó al agua pereciendo ahogado.

La liebre llena de alegría , echó a correr y fue a contar a sus compañeras su triunfo, que celebraron con grandes fiestas. 

domingo, 9 de noviembre de 2014

EL REGRESO.

Érase una vez un cantero que todos los días subía a la montaña a cortar piedras. Mientras trabajaba, no dejaba de cantar, porque, a pesar de ser pobre, no deseaba tener más de lo que tenía, de modo que vivía sin la menor preocupación.
Un día le llamaron para que fuera a trabajar en la mansión de un rico aristócrata. Cuando vio la magnificencia de la mansión, sintió por primera vez en su vida el aguijón de la codicia y, suspirando, se dijo: “¡ Si yo fuera rico, no tendría que ganarme la vida con tanto sudor y esfuerzo como lo hago…!”.
Y para su asombro, oyó una voz que decía: “Tu deseo ha sido escuchado. En adelante se te concederá todo cuanto desees”. El hombre no entendió el sentido de aquellas palabras hasta que, al regresar aquella noche a su cabaña, descubrió que en su lugar había una mansión tan espléndida como aquella en la que había estado trabajando. De modo que el cantero dejó de cortar piedras y comenzó a disfrutar la vida de los ricos.
En un caluroso día de verano, se le ocurrió mirar por la ventana y vio pasar al rey con su gran séquito de nobles y esclavos. Y pensó: “¡Cómo me gustaría ser rey y disfrutar del frescor de la carroza real!”. Su deseo se cumplió: al instante se encontró sentado dentro de una confortable y regia carroza. Pero esta resultó ser más calurosa de lo que él había supuesto. Entonces miró por la ventanilla y admiró el poder del sol, cuyo calor podía atravesar incluso la espesa estructura del carruaje. “Me gustaría ser el sol”, pensó para sí. Y una vez más vio cumplido su deseo y se encontró emitiendo olas de calor hacia todos los puntos del Universo.
Todo fue muy bien durante algún tiempo. Pero llegó un día lluvioso y, cuando intentó atravesar una espesa capa de nubes, comprobó que no podía hacerlo. De manera que al instante se vio convertido en nube y gloriándose en su capacidad de no dejar pasar al sol…, hasta que se transformó en lluvia, cayó en tierra y se irritó al comprobar que una enorme roca le impedía el paso y le obligaba a dar un rodeo.
“¿Cómo?”, exclamó. “¿Una simple roca es más poderosa que yo? ¡Entonces quiero ser roca!”. Y enseguida se vio convertido en una gran roca en lo alto de la montaña. Pero, apenas había tenido tiempo de disfrutar de su nueva apariencia, cuando oyó unos extraños ruidos procedentes de su pétrea base. Miró hacia abajo y descubrió, consternado, que un diminuto ser humano se entretenía en cortar trozos de piedra de sus pies.
“¿Será posible?”, gritó. “Una insignificante criatura como esa es más poderosa que una imponente roca como yo? ¡Quiero ser un hombre!”. Y así fue como, una vez más, se vio convertido en un cantero que subía todos los días a la montaña para ganarse la vida cortando piedras con sudor y esfuerzo, pero cantando en su interior, porque se sentía dichoso de ser lo que era y vivir con lo que tenía. 

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sábado, 8 de noviembre de 2014

LA VISIÓN.

Un tren cruzaba a gran velocidad un valle rodeado de suaves colinas. Era el momento de la puesta de sol, y el espectáculo era realmente impresionante: las nubes se teñían de variados colores, las masas de pinos que trepaban por las colinas se recortaban contra el cielo, las colinas adquirían matices violáceos, bandadas de pájaros cruzaban el cielo… Dentro del tren estaban poniendo una película de vídeo, y absolutamente todos los pasajeros la contemplaban hechizados… excepto uno, que, con la cabeza vuelta hacia el cristal de la ventana, permanecía absorto en la visión de aquel paisaje.
(La felicidad no es una meta a la que hay que llegar, sino una forma de viajar). 

viernes, 7 de noviembre de 2014

LA FELICIDAD.

El historiador Will Durant pasó gran parte de su vida en una permanente lucha por alcanzar la felicidad. Según su opinión, esta debería consistir en realizar cosas fuera de lo común, dado que las circunstancias cotidianas de la vida sólo le producían hastío y desilusión. Movido por esta inquietud de buscar lo extraordinario, buscó la felicidad en el conocimiento, y sólo encontró desilusiones. Luego buscó la felicidad en los viajes, y sólo encontró cansancio. Después, en el dinero, y encontró discordia y preocupación. Buscó la felicidad en sus escritos y sólo encontró fatiga.
Una vez, mientras esperaba un tren, vio a un hombre que llegaba a la estación y se acercaba a un banco, donde había una mujer que sostenía en sus brazos a un niño pequeño. El hombre besó tiernamente a la mujer, besó suavemente al niño para no despertarlo, y luego los tres salieron lentamente de la estación. Al presenciar aquella escena, Durant recibió el impacto que le hizo ver la verdadera naturaleza de la felicidad. Se tranquilizó y constató que todas las funciones normales de la vida encierran algún deleite. 

jueves, 6 de noviembre de 2014

EL PLACER.

Desde que salió del colegio en su juventud, una mujer tenía la costumbre de llevar un diario en el que anotaba las pequeñas cosas de cada día que le daban felicidad, por insignificantes que fueran, porque pensaba que no había día tan triste y sombrío que no le aportaran por lo menos un rayito de luz… A este diario le llamó El libro del placer, y cuando le asaltaba la turbación le bastaba leer unas cuantas páginas para verse feliz de nuevo.
Una anotación de este diario decía: “Recibí una afectuosa carta de mamá. Vi un hermoso lirio en una ventana. Encontré el alfiler que había perdido. Mi marido me trajo un ramo de flores”. 

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miércoles, 5 de noviembre de 2014

EL DESPERTAR

Un tigre no pierde el sueño por la opinión de las ovejas ...
Una vez una tigresa atacó un rebaño de ovejas. Al saltar entre el rebaño, dio a luz un cachorro y murió de inmediato. Pero el cachorro sobrevivió y se crió entre las ovejas. Las ovejas pacían y el cachorro hacía lo mismo; ellas daban balidos y el cachorro las imitaba. Con el paso del tiempo, el cachorro se convirtió en un tigre grande. Un día, otro tigre llegó al lugar y atacó el rebaño, pero quedó sorprendido al ver a un tigre pacer entre las ovejas. Lo agarró del cuello, pero el joven tigre comenzó a balar como una oveja. El viejo tigre, sin embargo, lo arrastró hasta una laguna y mostrándole las imágenes de ambos reflejadas en el agua dijo: “Mira, tu forma es similar a la mía. Tú eres un tigre como yo. Como este pedazo de carne”.
Diciendo esto, le puso carne en la boca por la fuerza. Al principio, el tigre joven no quiso comerla de ningún modo. Daba balidos y decía que él era una oveja. Pero cuando sintió el gusto de la sangre, su instinto latente se despertó y comenzó a comer la carne. Entonces, el viejo tigre dijo: “¿Has comprendido ahora que tú eres lo mismo que yo? Por lo tanto, ven conmigo a la selva”. 


martes, 4 de noviembre de 2014

LA SUERTE.

Había una vez un hombre que vivía con su hijo en una pequeña aldea en las montañas. Su único medio de subsistencia era el caballo que poseían, el cual alquilaban a los campesinos para roturar las tierras.
Todos los días, el hijo llevaba el caballo a las montañas para pastar. Un día, volvió sin el caballo y le dijo a su padre que lo había perdido. Esto significaba la ruina para los dos. Al enterarse de la noticia, los vecinos acudieron a su padre, y le dijeron: “Vecino, ¡qué mala suerte!”. El hombre respondió: “Buena suerte, mala suerte, ¡quién sabe!”.
Al cabo de unos días, el caballo regresó a la montaña, trayendo consigo muchos caballos salvajes que se le habían unido. Era una verdadera fortuna. Los vecinos, maravillados, felicitaron al hombre: “Vecino, ¡qué buena suerte!”. Sin inmutarse les respondió: “Buena suerte, mala suerte, ¡quién sabe!”.
Un día que el hijo intentaba domar a los caballos, uno le arrojó al suelo, partiéndose una pierna al caer. “¡Qué mala suerte, vecino!”, le dijeron a su padre. “Buena suerte, mala suerte, ¡quién sabe!”, volvió a ser su respuesta.
Una mañana, aparecieron unos soldados en la aldea, reclutando a los hombres jóvenes para una guerra que había en el país. Se llevaron a todos los muchachos, excepto a su hijo, incapacitado por su pierna rota. Vinieron otra vez los aldeanos, diciendo: “Vecino, ¡qué buena suerte!”. “Buena suerte, mala suerte, ¡quién sabe!”, contestó.
Dicen que esta historia continúa, siempre de la misma manera, y que nunca tendrá un final. 

lunes, 3 de noviembre de 2014

LA GRATITUD.

Un hombre daba siempre gracias a Dios por los beneficios recibidos, no obstante las adversidades que le habían sobrevenido durante su vida, pues perdió casa, familia y bienes de fortuna. Sus amigos se maravillaban de que, a pesar de todo, tuviese motivos de gratitud, a lo que respondía, tan jovial y optimista como siempre: “Bah, aunque todo lo haya perdido, he de agradecer a Dios que me haya dejado un diente arriba y otro abajo”. 
 

domingo, 2 de noviembre de 2014

EL FRÍO.

Un grupo de personas se había quedado incomunicado por la nieve en un refugio de montaña. Después de algunos días, cuando ya habían quemado todos los muebles, el frío intenso comenzó a preocuparles, y empezaron a debatir lo que podían hacer para sobrevivir en tales condiciones adversas. Después de horas de debate, no habían encontrado ninguna solución, entonces uno de ellos que hasta entonces había permanecido callado se levantó y dijo: “Amigos, creo tener la solución a nuestro problema”.
Como los demás le animaron a que siguiera hablando, el hombre continuó: “Debemos intentar conservar el calor como sea. Y si no podemos hacerlo, también sé lo que debemos hacer”.
Al llegar a este punto, guardó silencio nuevamente. Ante la insistencia de sus amigos, añadió: “Congelarnos”. 

sábado, 1 de noviembre de 2014

EL PROBLEMA.


En un monasterio budista, un monje se acercó a su maestro y le dijo que tenía un problema y necesitaba su ayuda. El maestro le dijo que esperara hasta la noche, y que entonces le ayudaría.
Cuando ya todos los monjes se habían retirado a dormir, el maestro se puso en medio del dormitorio y gritó: “A ver, el monje aquel que tenía un problema, que venga aquí ahora”.
El monje aludido se sintió morir de vergüenza al presentarse delante de sus compañeros.
-Mirad, este monje tenía un problema esta mañana, y ha sido capaz de llegar con él hasta la noche. Si hubiera tenido la cabeza debajo del agua, no habría aguantado ni un minuto.
Diciendo esto, le dio un empujón y se fue.