sábado, 13 de diciembre de 2014

LOS CIEGOS Y EL ELEFANTE.

(CUENTO PERSA)
En Persia había una ciudad donde los habitantes eran todos ciegos.
Sucedió que un día pasó un rey con su ejército, y acampó allí. Para hacer pompa de su prestigio, mostraba un enorme e imponente elefante. A la gente le vino el deseo de acercarse a aquel elefante y conocer aquel monstruo.
Y muchos de aquellos ciegos se acercaron al elefante para darse cuenta, a la manera de los ciegos, de su forma y figura. Y no pudieron verlo con los ojos , lo palparon con las manos.
Quien le tocó un miembro y quien otro, y así cada uno conoció solamente una parte. Y cada uno se formó una idea absurda, cada uno adaptó su mente a una imagen fantástica. Aquel que le había puesto su mano en la oreja, interrogado por los otros acerca del elefante, dijo:
-Es una forma inmensa, tosca y ancha como una alfombra”.
Aquel que con la mano había alcanzado la trompa, dijo:
-“Lo he conocido bien. Es como un tubo vacío, una cosa terrible, un instrumento de destrucción”.
Finalmente aquel que había tocado las macizas y formidables patas del elefante, dijo:
-“Tiene precisamente la forma de una columna bien torneada”.
Todos habían visto una sola parte, y todos se habían forjado en su mente una idea que distaba mucho de la realidad.
Así les ocurre a las personas cuando intentan imaginar cómo es Dios.

1 comentario:

  1. Es verdad que, a veces, cuando queremos conocer a alguien, en este caso a Dios, lo hacemos de una forma interesada. Nos fabricamos un Dios a nuestra medida, que corrige los defectos que no tenemos y es genewroso con quien hace lo que nosotros hacemos.

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