jueves, 1 de enero de 2015

LAS MULETAS.

(B. BRECHT)
Durante siete años no pude dar un paso. Día y noche caminaba con mis muletas… casi arrastrándome por el lodo de los mil caminos de la tierra.
Fui al gran médico y le conté mi caso.
-¿Por qué llevas muletas? –me preguntó.
-Porque estoy tullido –le respondí.
-No es extraño –me dijo el gran médico-, prueba a caminar sin muletas. Son esos trastos los que te impiden caminar. Deja esas muletas aunque tengas que caminar a cuatro patas.
Y antes de que pudiera reaccionar, el gran médico, riendo como un monstruo, arrancó las muletas de mis manos, y las rompió en mis espaldas. Y sin dejar de reír las arrojó al fuego.
Ahora estoy curado. Camino con normalidad. Me curó una carcajada y una voz que me dijo que tenía que romper mis muletas. Es verdad que tan sólo a veces, cuando veo en mi camino palos o algo que se asemeje a mis muletas, camino peor durante unas horas.
Pero estoy contento a pesar de todo: he aprendido que en la vida lo importante es romper las muletas, y ayudar a que otros también rompan las suyas. 

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