jueves, 12 de marzo de 2015

CUANDO DIOS CREÓ AL PADRE.

(ERMA BOMBECK)
Cuando Dios decidió crear al padre, empezó con una estructura más bien alta y robusta. Entonces un ángel que estaba allí cerca le preguntó:
-¿Pero qué clase de padre es éste? Si a los niños los vas a hacer enanos como tapones de botella, ¿dónde vas con un padre tan alto? No podrá jugar a las canicas sin ponerse de rodillas, recoger el embozo de las sábanas de su pequeño sin agacharse y casi ni besarlo sin romperse el espinazo.
A Dios le entraron ganas de reír y contestó:
-Llevas razón, pero si yo lo hago pequeño como un niño, los niños no tendrán a nadie a quien levantar la vista.
Luego, cuando Dios modeló las manos del padre, Dios las hizo grandes y musculosas. El ángel sacudió la cabeza y dijo:
-Pero… unas manos tan granes ¿cómo van a abrir y cerrar un imperdible, abotonar o desabotonar pequeños botones y, ni siquiera, atar las trenzas o quitar una espinilla del dedo?
Dios sonrió y dijo:
-De acuerdo, pero son lo suficientemente grandes para coger todo lo que cabe en el bolsillo de un niño y lo suficientemente pequeñas como para poder acoger en la palma su carita.
Dios estaba creando los dos pies más enormes que jamás se hubieran visto, cuando el ángel saltó:
-Es una injusticia. Pero ¿es que tú crees que esas dos grandes barcazas van a lograr saltar de la cama por la mañana temprano cuando llora el bebé? ¿O a pasar entre una bandada de niños mientras juegan en la arena sin aplastar por lo menos a un par de ellos?
De nuevo a Dios se le escapó una sonrisa y respondió:
-Tranquilo. Verás como funcionan. Servirán para sostener en vilo a un niño que quiere jugar al caballito o para ahuyentar los ratones en la casa del pueblo o incluso para calzar las botas que no servirían a nadie más.
Dios se quedó trabajando toda la noche, dándole al padre pocas palabras pero una voz grave y con autoridad, ojos bien abiertos capaces de verlo todo y a la vez serenos y comprensivos… Al final, se quedó un poco pensativo y le añadió un pequeño detalle: las lágrimas. Luego se giró hacia el ángel y comentó:
-Los hombres también lloran… Y ahora, ¿te convences de que un padre es capaz de amar tanto como una madre? 

1 comentario:

  1. Cuanto me alegra esta última preguntas del final del cuento. El padre, aunque calla, su corazón está siempere pendiente de sus hijos, luchando y trabajando desde el anonimato para quye no les falte de nada. Es un trabajo desprendido, de continua entrega, que no busca protagonismo, solo el bien. Aunque los hijos pasen poco tiempo en sus brazoss, lo están de continuo en su corazón. Ahí está el ejemplo de S. José, quien callado no le impotrtó cargar con su mujer y el crío, arriesgando su vida, e ir a Egipto y a donde fuera, buscando siempre su bien.

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