miércoles, 30 de noviembre de 2016

CARTA A MI MAESTRA.


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Hola seño:

Soy aquél que nunca te lleva corregir, ni te entrega la carpeta para que te lleves. Soy aquél que cuando preguntas algo, siempre se queda callado y no llama tu atención. Soy aquél que nunca entiende cuando explicas y te mira serio y después cuando hay que hacer alguna actividad no la hace. Aquél que nunca termina de copiar esos pizarrones llenos y que cuando dictas no se me entiende la letra y no me sirve de nada todo lo que copié. Soy aquél que lee lento, que cuando me haces leer en voz alta (eso sucede muy poco) sufro tanto al notar que todos se cansan y me ayudan respirando profundo.

Yo sé que no puedo igual que todos, que te gustaría que fuera diferente, lo noto en tu mirada y tus gestos. Me duele cuando pones cara de “no tiene remedio” o “qué se le va a hacer”. Sé que sientes que hay días que molesto en clase y que no sabes qué hacer, para colmo “no estoy para repetir”, como le dices a mamá. Si supieras que mi día de estudio no termina en la escuela, que al llegar a casa mamá lo primero que hace es preguntarme ansiosa cómo me fue, si terminé todo; y ahí comienzan nuevamente los problemas. Pedir carpetas, copiar todo lo que no hice en clase y hacer los deberes. Me canso mucho. A veces tengo ganas de estar enfermo o que llueva mucho para no ir a la escuela.

Seño, si pudieras darte cuenta que no puedo igual que otros, pero que puedo a mi manera. Si pudieras descubrirla, saber que me gusta leer sobre perros, que espero el diario para leer el horóscopo a mi familia, que tengo una gran imaginación, que me gusta la música y bailar, que soy muy responsable y perseverante (sino no haría la carpeta dos veces por día).

Si pudieras descubrir lo que sé sin tener que hacerme un examen, sin pensar que si tengo la carpeta completa o copié todo es que aprendí. Si pudieras darme otro tipo de actividades que me interesarán más, para que yo te pueda demostrar lo que sé.

Espero que puedas ayudarme y pueda aprender mucho, para eso voy a la escuela, si supiera y aprendiera rebien no me haría falta; como le pasa ala compañera de delante que sabe todo y se aburre tanto.

Seño, te quiero mucho, espero que esta carta exprese todas las cosas que he querido decirte y no he podido.Un abrazo.

martes, 29 de noviembre de 2016

LA DISTANCIA DE LOS CORAZONES.


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Extraído de Juntos pero no atados (Ed. Amat), de Jaime Soler y M. Mercè Conangla

Un día, Meher Baba preguntó a sus mandalíes:
- ¿Por qué las personas se gritan cuando están enojadas?

Los hombres pensaron durante unos momentos.

- Porque pierden la calma- dijo uno-, por eso se gritan.

- Pero, ¿por qué gritar cuando la otra persona está a tu lado? –preguntó Baba-. ¿No es posible hablarle en voz baja? ¿por qué gritas a una persona cuando estás enojado?

Los hombres dieron algunas otras respuestas, pero ninguna de ellas satisfacía al maestro Meher Baba. Finalmente, él explicó:

- Cuando dos personas están enojadas y discuten, sus corazones se alejan mucho. Para cubrir esta distancia, deben gritar para poder escucharse. Mientras más enojadas estén, más fuerte tendrán que gritar para escucharse la una a la otra a través de esa gran distancia.

Luego, Baba preguntó:

- ¿Qué sucede cuando dos personas se enamoran? Pues que no se gritan, sino que se hablan suavemente, ¿por qué?... Sus corazones están muy cerca. La distancia entre ellas es muy pequeña.

Los discípulos lo escuchaban absortos y Meher Baba continuó:- Cuando se enamoran más aún, ¿qué sucede?

Los enamorados no hablan, sólo susurran y se acercan más en su amor. Finalmente no necesitan siquiera susurrar, sólo se miran y eso es todo. Así es, observad lo cerca que están dos personas que se aman. Así pues, cuando discutáis, no dejéis que vuestros corazones se alejen, no digáis palabras que los distancien más. Llegará un día en que la distancia será tanta que ya no encontrareis el camino de regreso.

lunes, 28 de noviembre de 2016

GAUTAMA.


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Rabindranat Tagore

Ya el sol se había puesto entre el enredo del bosque sobre los ríos.

Los niños de la ermita habían vuelto con el ganado y estaban sentados al fuego, oyendo a su maestro Gautama, cuando llegó un niño desconocido y lo saludó con flores y frutos. Luego, tras una profunda reverencia, le dijo con voz de pájaro:

"Señor Gautama, vengo a que me guíes por el Sendero de la Verdad.

Me llamo Satyakama"

"Bendito seas -dijo el Maestro- ¿Y de qué casta eres, hijo mío? Porque sólo un brahmín puede aspirar a la suprema sabiduría".

Contestó el niño:

"No sé de qué casta soy, Maestro; pero voy a preguntárselo a mi madre".

Se despidió Satyakama, cruzó el río por lo más estrecho, y volvió a la choza de su madre, que estaba al fin de un arenal, fuera de la aldea ya dormida.

La lámpara iluminaba débilmente la puerta, y la madre estaba fuera, de pie en la sombra, esperando la vuelta de su hijo.

Lo cogió contra su pecho, lo besó en la cabeza y le preguntó qué le había dicho el Maestro.

"¿Cómo se llama mi padre? -dijo el niño- Porque me ha dicho el Señor Gautama que sólo un brahmín puede aspirar a la suprema sabiduría".

La mujer bajó los ojos y le habló dulcemente: "Cuando joven yo era pobre y conocí muchos amos. Sólo puedo decirte que tú viniste a los brazos de tu madre Jabala, que no tuvo marido".

Los primeros rayos del sol ardían en la copa de los árboles de la ermita del bosque. Los niños, aún mojado el revuelto pelo del baño de la mañana, estaban sentados ante su Maestro, bajo un árbol viejo.

Llegó Satyakan, le hizo una profunda reverencia al Maestro y se quedó de pie en silencio.

"Dime -le preguntó el Maestro- ¿Sabes ya de qué casta eres?"

"Señor -contestó Satyakama-, no sé. Mi madre me dijo: Yo conocí muchos amos cuando joven, y tú viniste a los brazos de tu madre Jabala, que no tuvo marido".

Entonces se levantó un rumor como el zumbido iracundo de las abejas hostigadas en su colmena. Y los estudiantes murmuraban entre dientes de la desvergonzada insolencia del niño sin padre.

Pero el Maestro Gautama se levantó, trajo al niño con sus brazos hasta su pecho, y le dijo:

"Tú eres el mejor de todos los brahmines, hijo mío; porque tienes la herencia más noble, que es de la verdad".

domingo, 27 de noviembre de 2016

UN NIÑO.


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Helen Buckley

“Una vez el pequeño niño fue a la escuela. Era muy pequeñito y la escuela muy grande. Pero cuando el pequeño niño descubrió que podía ir a su clase con sólo entrar por la puerta del frente, se sintió feliz.
Una mañana, estando el pequeño niño en la escuela, su maestra dijo: Hoy vamos a hacer un dibujo. Qué bueno- pensó el niño, a él le gustaba mucho dibujar, él podía hacer muchas cosas: leones y tigres, gallinas y vacas, trenes y botes. Sacó su caja de colores y comenzó a dibujar.
Pero la maestra dijo: - Esperen, no es hora de empezar, y ella esperó a que todos estuvieran preparados. Ahora, dijo la maestra, vamos a dibujar flores. ¡Qué bueno! - pensó el niño, - me gusta mucho dibujar flores, y empezó a dibujar preciosas flores con sus colores.
Pero la maestra dijo: - Esperen, yo les enseñaré cómo, y dibujó una flor roja con un tallo verde. El pequeño miró la flor de la maestra y después miró la suya, a él le gustaba más su flor que la de la maestra, pero no dijo nada y comenzó a dibujar una flor roja con un tallo verde igual a la de su maestra.
Otro día cuando el pequeño niño entraba a su clase, la maestra dijo: Hoy vamos a hacer algo con barro. ¡Qué bueno! pensó el niño, me gusta mucho el barro. Él podía hacer muchas cosas con el barro: serpientes y elefantes, ratones y muñecos, camiones y carros y comenzó a estirar su bola de barro.
Pero la maestra dijo: - Esperen, no es hora de comenzar y luego esperó a que todos estuvieran preparados. Ahora, dijo la maestra, vamos a moldear un plato. ¡Qué bueno! pensó el niño. A mí me gusta mucho hacer platos y comenzó a construir platos de distintas formas y tamaños.
Pero la maestra dijo: -Esperen, yo les enseñaré cómo y ella les enseñó a todos cómo hacer un profundo plato. -Aquí tienen, dijo la maestra, ahora pueden comenzar. El pequeño niño miró el plato de la maestra y después miró el suyo. A él le gustaba más su plato, pero no dijo nada y comenzó a hacer uno igual al de su maestra.
Y muy pronto el pequeño niño aprendió a esperar y mirar, a hacer cosas iguales a las de su maestra y dejó de hacer cosas que surgían de sus propias ideas.
Ocurrió que un día, su familia, se mudó a otra casa y el pequeño comenzó a ir a otra escuela. En su primer día de clase, la maestra dijo: Hoy vamos a hacer un dibujo. Qué bueno pensó el pequeño niño y esperó que la maestra le dijera qué hacer.
Pero la maestra no dijo nada, sólo caminaba dentro del salón. Cuando llegó hasta el pequeño niño ella dijo: ¿No quieres empezar tu dibujo? Sí, dijo el pequeño ¿qué vamos a hacer? No sé hasta que tú no lo hagas, dijo la maestra. ¿Y cómo lo hago? - preguntó. Como tú quieras contestó. ¿Y de cualquier color? De cualquier color dijo la maestra. Si todos hacemos el mismo dibujo y usamos los mismos colores, ¿cómo voy a saber cuál es cuál y quién lo hizo? Yo no sé, dijo el pequeño niño, y comenzó a dibujar una flor roja con el tallo verde.”

sábado, 26 de noviembre de 2016

CUENTO PARA PENSAR.

JORGE BUCAY.

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En un oasis escondido entre los más lejanos paisajes del desierto, se encontraba el viejo Eliahu de rodillas, a un costado de algunas palmeras datileras.

Su vecino Hakim, el acaudalado mercader, se detuvo en el oasis a abrevar sus camellos y vio a Eliahu transpirando, mientras parecía cavar en la arena.

- ¿Que tal anciano? La paz sea contigo.

- Contigo -contestó Eliahu sin dejar su tarea.

- ¿Qué haces aquí, con esta temperatura, y esa pala en las manos?

- Siembro -contestó el viejo.

- Qué siembras aquí, Eliahu?

- Dátiles -respondió Eliahu mientras señalaba a su alrededor el palmar.

-¡Dátiles!! -repitió el recién llegado, y cerró los ojos como quien escucha la mayor estupidez.

-El calor te ha dañado el cerebro, querido amigo. Ven, deja esa tarea y vamos a la tienda a beber una copa de licor.

- No, debo terminar la siembra. Luego si quieres, beberemos...

- Dime, amigo: ¿cuántos años tienes?

- No sé... sesenta, setenta, ochenta, no sé... lo he olvidado... pero eso, ¿qué importa?

- Mira, amigo, los datileros tardan más de cincuenta años en crecer y recién después de ser palmeras adultas están en condiciones de dar frutos.

Yo no estoy deseándote el mal y lo sabes, ojala vivas hasta los ciento un años, pero tú sabes que difícilmente puedas llegar a cosechar algo de lo que hoy siembras. Deja eso y ven conmigo.

-Mira, Hakim, yo comí los dátiles que otro sembró, otro que tampoco soñó con probar esos dátiles. Yo siembro hoy, para que otros puedan comer mañana los dátiles que hoy planto... y aunque solo fuera en honor de aquel desconocido, vale la pena terminar mi tarea.

- Me has dado una gran lección, Eliahu, déjame que te pague con una bolsa de monedas esta enseñanza que hoy me diste - y diciendo esto, Hakim le puso en la mano al viejo una bolsa de cuero.

- Te agradezco tus monedas, amigo. Ya ves, a veces pasa esto: tú me pronosticabas que no llegaría a cosechar lo que sembrara. Parecía cierto y sin embargo, mira, todavía no termino de sembrar y ya coseché una bolsa de monedas y la gratitud de un amigo.

- Tu sabiduría me asombra, anciano. Esta es la segunda gran lección que me das hoy y es quizás más importante que la primera. Déjame pues que pague también esta lección con otra bolsa de monedas.

-Y a veces pasa esto -siguió el anciano y extendió la mano mirando las dos bolsas de monedas-: sembré para no cosechar y antes de terminar de sembrar ya coseché no solo una, sino dos veces.

-Ya basta, viejo, no sigas hablando. Si sigues enseñándome cosas tengo miedo de que no me alcance toda mi fortuna para pagarte...

viernes, 25 de noviembre de 2016

LA FUERZA DEL DESEO.


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Descubriendo lo mejor de uno mismo, Paulo Coelho

El yoga Ramakrishna ilustra, mediante una parábola, la intensidad del deseo que debemos tener:
El maestro llevó al discípulo a las proximidades de un lago.
Hoy voy a enseñarte qué significa verdadera devoción – dijo.
Le pidió al discípulo que entrase con él en el lago y, sujetándole la cabeza, se la empujó bajo el agua.
Transcurrió todo un minuto y, a mitad del segundo, el muchacho comenzó a debatirse con todas sus fuerzas para librarse de la mano del maestro y poder volver a la superficie.
Al final del segundo minuto, el maestro lo soltó. El muchacho, con el corazón acelerado, consiguió erguirse, jadeante.
¡Usted ha querido matarme! – gritaba.
El maestro esperó a que se calmara, y dijo:
- Si hubiera querido matarte, lo habría hecho. Sólo quería preguntarte qué sentías mientras estabas bajo el agua.
- ¡Yo sentía que me moría! ¡Todo lo que deseaba en esta vida era respirar un poco de aire!
- Se trata de eso exactamente. La verdadera devoción sólo aparece cuando tenemos un único deseo y llegaremos a morir si no conseguimos realizarlo.

jueves, 24 de noviembre de 2016

EL SABIO.


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JORGE BUCAY.

Un sabio, cierta tarde, llegó a la ciudad de Akbar. La gente no dio mucha importancia a su presencia, y sus enseñanzas no consiguieron interesar a la población. Incluso después de algún tiempo llegó a ser motivo de risas y burlas de los habitantes de la ciudad.

Un día, mientras paseaba por la calle principal de Akbar, un grupo de hombres y mujeres empezó a insultarlo. En vez de fingir que los ignoraba, el sabio se acercó a ellos y los bendijo.

Uno de los hombres comentó:

- "¿Es posible que, además, sea usted sordo? ¡Gritamos cosas horribles y usted nos responde con bellas palabras!".

"Cada uno de nosotros sólo puede ofrecer lo que tiene" -fue la respuesta del sabio-.

miércoles, 23 de noviembre de 2016

EL PESCADOR.


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JORGE BUCAY.

En cierta ocasión iba un ejecutivo paseando por una bonita playa vestido con sus bermudas (de marca), sus gafas de sol (también con marca muy visible), su polo (con mucha marca), su gorra (con marca destacada), su reloj (de marca y carísimo), su calzado deportivo (donde todo era marca), su móvil colgado de la cintura (el móvil con marca y la bolsa en la que colgaba, también) y su gomina en el pelo ( sin marca, pero tan abundante que uno podía adivinarla).
Eran las dos del mediodía cuando se encontró con un pescador que felizmente recogía sus redes llenas de pescado y amarraba su pequeña barca. El ejecutivo se le acercó…
- ¡Ejem! Perdone, pero le he visto llegar con el barco y descargar el pescado… ¿No es muy temprano para volver de faenar?
El pescador le miró de reojo y, sonriendo mientras recogía sus redes, le dijo:
- ¿Temprano? ¿Por qué lo dices? De hecho yo ya he terminado mi jornada de trabajo y he pescado lo que necesito.
- ¿Ya ha terminado hoy de trabajar? ¿A las dos de la tarde? ¿Cómo es eso posible? – dijo incrédulo, el ejecutivo.
El pescador, sorprendido por la pregunta, le respondió:
-Mire, yo me levanto por la mañana a eso de las nueve, desayuno con mi mujer y mis hijos, luego les acompaño al colegio, y a eso de las diez me subo a mi barca, salgo a pescar, faeno durante cuatro horas y a las dos estoy de vuelta. Con lo que obtengo en esas cuatro horas tengo suficiente para que vivamos mi familia y yo, sin holguras, pero felizmente. Luego voy a casa, como tranquilamente, hago la siesta, voy a recoger a los niños al colegio con mi mujer, paseamos y conversamos con los amigos, volvemos a casa, cenamos y nos metemos en la cama, felices.
El ejecutivo intervino llevado por una irrefrenable necesidad de hacer de consultor del pescador:
- Verá, si me lo permite, le diré que está usted cometiendo una grave error en la gestión de su negocio y que el “coste de oportunidad” que está pagando es, sin duda, excesivamente alto; está usted renunciando a un pay-back impresionante. ¡Su BAIT podría ser mucho mayor! Y su “umbral de máxima competencia” seguro que está muy lejos de ser alcanzado.
El pescador se lo miraba con cara de circunstancias, mostrando una sonrisa socarrona y sin entender exactamente adónde quería llegar aquel hombre de treinta y pico años ni por qué de repente utilizaba palabras que no había oído en su vida. Y el ejecutivo siguió:
- Podría sacar muchísimo más rendimiento de su barco si trabajara más horas, por ejemplo, de ocho de la mañana a diez de la noche.
El pescador entonces se encogió de hombros y le dijo:
- Y eso, ¿para qué?
- ¡¿Cómo que para qué?! ¡Obtendría por lo menos el triple de pescado! ¡¿O es que no ha oído hablar de las economías de escala, del rendimiento marginal creciente, de las curvas de productividad ascendentes?! En fin, quiero decir que con los ingresos obtenidos por tal cantidad de pescado, pronto, en menos de un año, podría comprar otro barco mucho más grande y contratar un patrón…
El pescador volvió a intervenir:
- ¿Otro barco? ¿Y para qué quiero otro barco y además un patrón?
- ¿Que para qué lo quiere? ¡¿No lo ve?! ¿No se da cuenta de que con la suma de los dos barcos y doce horas de pesca por barco podría comprar otros dos barcos más en un plazo de tiempo relativamente corto? ¡Quizá dentro de dos años ya tendría cuatro barcos, mucho más pescado cada día y mucho más dinero obtenido en las ventas de su pesca diaria!
Y el pescador volvió a preguntar:
- Pero todo eso, ¿para qué?
- ¡Hombre! ¡¿Pero está ciego o qué?! Porque entonces, en el plazo de unos veinte años y reinvirtiendo todo lo obtenido, tendría una flota de unos ochenta barcos, repito, ¡ochenta barcos! ¡Qué además serían diez veces más grandes que la barcucha que tiene actualmente!
Y de nuevo, riendo a carcajadas, el pescador volvió:
- ¿Y para qué quiero yo todo eso?
Y el ejecutivo, desconcertado por la pregunta y gesticulando exageradamente, le dijo:
- ¡Cómo se nota que usted no tiene visión empresarial ni estratégica ni nada de nada! ¿No se da cuenta de que con todos esos barcos tendría suficiente patrimonio y tranquilidad económica como para levantarse tranquilamente por la mañana a eso de las nueve, desayunar con su mujer e hijos, llevarlos al colegio, salir a pescar por placer a eso de las diez y sólo durante cuatro horas, volver a comer a casa, hacer la siesta,…?
El pescador respondió:
- ¿Y eso no es todo lo que tengo ahora?

martes, 22 de noviembre de 2016

MAESTRA ¿QUÉ ES EL AMOR?


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JORGE BUCAY.

Uno de los niños de una clase de educación infantil preguntó:

* Maestra… ¿qué es el amor?

La maestra sintió que la criatura merecía una respuesta que estuviese a la altura de la pregunta inteligente que había formulado. Como ya estaban en la hora del recreo, pidió a sus alumnos que dieran una vuelta por el patio de la escuela y trajeran cosas que invitaran a amar o que despertaran en ellos ese sentimiento. Los pequeños salieron apresurados y, cuando volvieron, la maestra les dijo:

* Quiero que cada uno muestre lo que ha encontrado.

El primer alumno respondió:

* Yo traje esta flor… ¿no es bonita?

A continuación, otro alumno dijo:

- Yo traje este pichón de pajarito que encontré en un nido… ¿no es gracioso?

Y así los chicos, uno a uno, fueron mostrando a los demás lo que habían recogido en el patio.

Cuando terminaron, la maestra advirtió que una de las niñas no había traído nada y que había permanecido en silencio mientras sus compañeros hablaban. Se sentía avergonzada por no tener nada que enseñar.

La maestra se dirigió a ella:

* Muy bien, ¿y tú?, ¿no has encontrado nada que puedas amar?

La criatura, tímidamente, respondió:

- Lo siento, seño. Vi la flor y sentí su perfume, pensé en arrancarla pero preferí dejarla para que exhalase su aroma durante más tiempo. Vi también mariposas suaves, llenas de color, pero parecían tan felices que no intenté coger ninguna. Vi también al pichoncito en su nido, pero…, al subir al árbol, noté la mirada triste de su madre y preferí dejarlo allí…

Así que traigo conmigo el perfume de la flor, la libertad de las mariposas y la gratitud que observé en los ojos de la madre del pajarito. ¿Cómo puedo enseñaros lo que he traído?

La maestra le dio las gracias a la alumna y emocionada le dijo que había sido la única en advertir que lo que amamos no es un trofeo y que al amor lo llevamos en el corazón.

El amor es algo que se siente.

Hay que tener sensibilidad para vivirlo.

lunes, 21 de noviembre de 2016

LOS DOS ROSALES.


ALFONSO FRANCIA.
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Eran dos rosales, a cada cuál más bello. Crecían juntos, se alimentaban de la misma tierra, del mismo aire, del mismo sol. Eran los más hermosos del jardín. Ambos soñaban lucir, dar perfume y gracia a la casa, a un chalet, a una iglesia... dar flores para ramilletes de enamorados, para... Siempre hablaban entre ellos. Un día, el más bonito se quedó mucho tiempo callado, se puso triste. El otro lo notó.

- ¿Qué te pasa que hoy no pareces el mismo?

- Estoy muy preocupado porque, siendo tan perfectos y teniendo tantas posibilidades de hacer la vida más agradable a los demás, disfrutando también nosotros con lo que somos y tenemos, a lo mejor la abeja, en vez de miel fabrica veneno y la serpiente... ¿A ti no te entristece? Voy a languidecer y morir, no quiero servir para nada malo.

- No seas tonto, le dijo el compañero. Quien busca el mal lo va a encontrar siempre. Encontrar el bien no es tan fácil. No podemos dejar de ofrecer olor, color y alegría a quienes nos vean y se acerquen. El bien debe lucir más que el mal. Bastante mal existe ya en el mundo.

- Gracias, menos mal que estás a mi lado y me animas...

- Sí, pero, ahora tengo miedo yo, ¿sabes? He descubierto al verte que también nosotros llevamos el mal y la muerte dentro.

Desde aquel día, los dos rosales se hicieron más amigos.

domingo, 20 de noviembre de 2016

EL HOMBRE DE LAS MANOS ATADAS.


CARLOS GINER.

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Érase un hombre como todos los demás. Un hombre normal. Tenía cualidades positivas y negativas. No era diferente.

Una vez llamaron repentinamente a su puerta. Cuando salió, se encontró a unos amigos. Eran varios y habían venido juntos.

Sus amigos le ataron las manos.

Después le dijeron que así era mejor; que así, con las manos atadas, no podría hacer nada malo (se olvidaron de decirle que tampoco podía hacer nada bueno).

Y se fueron, dejando un guardián a la puerta para que nadie pudiera desatarle.

Al principio se desesperó y trató de romper las ataduras. Cuando se convenció de lo inútil de sus esfuerzos, intentó, poco a poco, acomodarse a su nueva situación.

Poco a poco, consiguió valerse para seguir subsistiendo con las manos atadas. Inicialmente, le costaba hasta quitarse los zapatos. Hubo un día en que consiguió liar y encender un cigarrillo. Y empezó a olvidarse de que antes tenía las manos libres.

Pasaron muchos años. El hombre llegó a acostumbrarse a sus manos atadas. Mientras tanto, su guardián le comunicaba, día tras día, las cosas malas que hacían en el exterior los hombres con las manos libres (se le olvidaba decirle las cosas buenas que hacían en el exterior los hombres con las manos libres).

Siguieron pasando los años. El hombre llegó a acostumbrarse a sus manos atadas. Y, cuando su guardián le señalaba que, gracias a aquella noche en que entraron a atarle, él, el hombre de las manos atadas, no podía hacer nada malo (no le señalaba que tampoco podía hacer nada bueno), el hombre comenzó a creer que era mejor vivir con las manos atadas.

Además, ¡estaba tan acostumbrado a las ligaduras...!

Pasaron muchos, muchísimos años...

Un día, sus amigos sorprendieron al guardián, entraron en la casa y rompieron las ligaduras que ataban las manos del hombre.

- Ya eres libre, le dijeron.

Pero habían llegado demasiado tarde.

Las manos del hombre estaban totalmente atrofiadas.

sábado, 19 de noviembre de 2016

EL OJO.


KAHLIL GIBRAN.

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Cierdo día, el Ojo dijo: "Más allá de estos valles, veo una montaña envuelta en el azul de la niebla. ¿No es hermosa?"

El Oido oyó esto y, tras escuchar atentamente un rato, dijo: "Pero, ¿dónde está esa montaña? No la oigo..."

Luego habló la Mano y dijo: "En vano trato de sentirla o de tocarla; no encuentro ninguna montaña por ahí."

La Nariz dijo: "No hay ninguna montaña, no puedo olerla."

Cuando el Ojo se volvió hacia otro lado, los demás sentidos empezaron a murmurar sobre su extraña alucinación. Y comentaban entre sí: -¡Algo le debe fallar al Ojo!".

viernes, 18 de noviembre de 2016

LOS PASTORES Y LAS OVEJAS.


ALFONSO FRANCIA.
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Había muchos pastores en aquel pueblo. Cada uno tenía unas 100 ovejas. Todos los días las cuidaban lo mejor que podían. Por eso eran la envidia de otros pastores de la comarca. Aquellos pastores tenían fama de ser muy competentes, conocedores del rebaño, del lugar de pastos, aguas y atenciones requeridas en cada época del año...

Poco a poco se fue apagando su entusiasmo y se entretenían de hablar de sus cosas.

Un día llegó a tanta su desgana, irresponsabilidad o despiste que, entretenidos en hablar y jugar en el campo donde pastaban sus rebaños, al atardecer, hora de volverse, no ven más que 12 ovejas. Todas las demás, centenares, habían desaparecido.

Al sentirse tan enfrascados, no se propusieron ir a buscar a todas las que se habían perdido. Pensaron que era muy tarde y que ya volverían si querían. Ellos las habían querido, las habían cuidado bien ¿de qué se podían quejar? ¡Peor para ellas! Vamos a cuidar bien a éstas que se han quedado -se dijeron-. Y las rodearon entre todos, las llenaron de mimos. A veces había hasta celos entre ellos, tanto las querían.

Algún pastor quiso separarse de los otros e intentar ir a buscar a las otras, pero por poco le pegan... Pasaban muchas horas, recordando a cada una de las que se habían perdido y procurando descubrir las razones por las que se perdieron. Al fin, se acostumbraron a esas poquitas y las rodearon con cariño, las conocían al detalle y se turnaban para darles de comer. Les buscaron un lugar muy tranquilo, defendido de los vientos y las aguas, y un buen cobijo.

Todo parecía ir muy bien, hasta que comenzaron a faltar pastos y hubo que ir monte arriba a buscar otras hierbas. Entonces vino la tragedia. Unas no podían subir, no estaban acostumbradas, otras se quedaban prendidas en las zarzas, algunas otras resbalaban en las rocas... Al final, comprendieron que tenían que turnarse llevándolas a hombros, de lo contrario no llegarían, morirían sus ovejas en el camino.

Los pastores están allí arriba cada vez más tristes porque envejecen con tan poquitas ovejas, y éstas cada vez más flacas, viejas, incapaces... ¡estériles!

Lejos, mjuy lejos se ven muchas ovejas que corren y juegan... con todos sus corderillos. Los pastores siempre comentan a quienes ven "que, aunque parezca que aquellas ovejas están mejor, es pura apariencia. Ninguna está tan bien guardada y es tan querida como éstas; no tienen corderillos que estropeen la intimidad y la unidad; y, al final, morirán, rodeadas de cariño, ¿cuándo una oveja ha muerto tan querida?"

Y, entre todos, se pusieron a redactar un precioso documento, sobre la vida y la muerte, la fecundidad, la alegría, sobre el pastor, sobre la libertad, sobre las ovejas dóciles y las descarriadas...

jueves, 17 de noviembre de 2016

LA ESTATUA.


KAHLIL GIBRAN.
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Entre las colinas vivía un hombre que poseía una estatua, cincelada por un antiguo maestro. La tenía ante su puerta, de cara al suelo, sin jamás prestarle atención.

Un día pasó ante la casa un hombre de la ciudad, un hombre de conocimiento, y al ver la estatua, preguntó a su poseedor si la vendería.

El dueño respondió, riendo:

- Por favor, ¿quién querría comprar esa piedra sucia y sin gracia?

- Te daré por ella esta moneda de plata, díjole el hombre de la ciudad. Y el otro se quedó atónito y encantado.

La estatua fue transportada a la ciudad, a lomos de un elefante. Y, después de muchas lunas, el hombre de las colinas visitó la ciudad y, mientras andaba por las calles, vio una multitud delante de una tienda y un hombre que gritaba:

- ¡Entrad a contemplar la más hermosa, la más maravillosa estatua del mundo! Sólo dos monedas de plata para admirar la más portentosa obra maestra!

Y así, el hombre de las colinas pagó dos monedas de plata por entrar en la tienda a ver la estatuta que él mismo había vendido por una sola moneda de plata.

miércoles, 16 de noviembre de 2016

PLAGA DE LANGOSTAS SOBRE LA CIUDAD.


ZAKARIYA TAMER.
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Se cuenta que, en tiempos muy remotos, hubo una ciudad con ríos y campos que le daban cuanto necesitaba, y que nunca supo de hambre ni de tristeza.

Pero la gente que vivía en las casa de esta ciudad disfrutaba hablando. Sólo trabajaban un poquito: el resto del tiempo lo perdían hablando.

Ocurrió un día la llegada a la ciuda de un hombre que habitaba en la cima de un monte y que informó de haber visto una nube de incontables langostas volando en dirección a la ciudad. Muchos habitantes de la ciudad se apresuraron a hacer largos discursos de agradecimiento para el hombre, por haberles avisado.

Y la ciudad comenzó los preparativos para hacer frente a la plaga: los poetas compusieron versos criticando a las langostas y amenazándolas con la destrucción. También se rastrearon en los libros antiguos, con las hoas bien amarillas, testimonios que afirmaran la posibilidad de vencer perfectamente a las nubes de langostas. También se diseñaron vestidos preciosos para uso de quienes quisieran combatir la plaga. También se escribieron con tiza en la paredes de las casas frases vejatorias para las langostas. También se organizó un congreso en el que participó casi toda la población de la ciudad y en el que se pronunciaron discursos verdaderamente larguísimos. Y salieron de su boca un torrente de frases que insultaban acaloradamente a la plaga:

"Las langostas son totas..."

"Las langostas son feas..."

Los ciudadanos callaron cuando un sencillo labrador, conocido por sus pocas palabras se adelantó y dijo: "Tenemos que encontrar un medio eficaz para acabar con las langostas. Obremos todos como un solo cuerpo, reunámonos alrededor de nuestros árboles y nuestros campos e impidamos que la plaga de langostas se acerque a ellos por cualquier medio".

Cuando el discurso llegó a su fin, aplaudieron mucho y maldijeron a las langostas, pero ya habían olvidado lo que acababan de oír.

La plaga de langostas llegó mientras la gente de la ciudad estaba dedicada a discutir: cada partido intentaba imponer el valor de su opinión por todos los medios. La langosta ocupó la ciudad y no tardó en comerse la yerba y las espigas de trigo y las hojas de los árboles.

martes, 15 de noviembre de 2016

EL LOCO.


KHALIL GIBRAN.
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En el jardín de un sanatorio para dementes, trabé conocimiento con un varón joven de cara pálida, bastante agradable y pleno de asombro.

Y después de sentarme a su lado en una banca, le pregunté: -"¿Por qué causa estás aquí?"

Y aquel joven varón me observó, atónito, y me contestó: -Es en verdad una pregunta inoportuna, pero te responderé. Sucede que mi padre deseaba que me pareciese yo a la imagen de él. Mi madre deseaba que me pareciese yo a la imagen de su ilustre progenitor. Mi hermana me daba el ejemplo de su marido, que es hombre de mar, para que continuara su ejemplo.

Mi hermano quiere que me asemeje a él, que es un famoso deportista.

Y mis profesores, asimismo, deseaban que fuese yo como ellos: el doctor en filosofía, el profesor de música, el de lógica...; todos ellos se encontraban empeñados en que fuera yo una imagen fiel, como la de un espejo, de la cara de cada uno de estos varones.

Así que, por lo tanto, vine a este lugar. Creo que este sitio es el más saludable... Al menos aquí, puedo ser yo mismo."

De improvisto, aquel joven joven varón se giró hacia mí y me mandó: -Pero explícame, ¿también tú arribaste a este sitio, forzado por tus educadores y los buenos consejos?"

Le respondí: -No, solamente estoy de visita."

Y el joven varón comentó despectivo: "¡Ah!, tú eres de los que habitan en el manicomio, al otro lado de esa valla."

lunes, 14 de noviembre de 2016

PARÁBOLA DEL REY TONTO.


LEÓN TOLSTOI.
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"Había una vez un rey, al que le gustaban muchos los trajes bonitos, y sólo pensaba en vestirse del mejor modo posible.

Cierto día dos sastres fueron a verlo y le dijeron:

- Podemos hacerte un traje tan hermoso como nadie ha tenido nunca y, además, tendrá la ventaja de que aquel que sea tonto no podrá verlo.

Sólo los inteligentes serán capaces de ver el traje.

El rey se alegró al oír la oferta de los sastres y les encargó el vestido.

Le dieron a los sastres las mejores piezas de seda y terciopelo para que empezaran a confeccionar el traje.

Cuando pasaron unos días, el rey envió a un ministro suyo para saber cómo iban los trabajos.

Los sastres enseñaron al ministro una percha, donde no había nada colgado, y le dijeron: -El traje ya está listo.

Y, como el ministro sabía que el que fuera tonto no podía verlo, fingió que lo veía y los felicitó.

Llevó la percha vacía al rey y el rey también fingió verlo.

Se quitó el traje que llevaba y ordenó que le pusieran el nuevo.

Cuando el soberano salió a pasear por la ciudad, todo el mundo veía que iba desnudo, pero nadie se atrevía a decirlo, sabiendo que únicamente los tontos no podían ver el traje.

Todo el mundo seguía fingiendo ver el traje hasta que, de pronto, un niño se fijó en el rey y dijo: -Mirad, el rey se pasea desnudo por la ciudad. El rey entonces, se miró a sí mismo y se puso todo colorado.

Y toda la gente empezó a reírse al ver al rey desnudo por la calle."

domingo, 13 de noviembre de 2016

EL AGUJERO.


SLAWOMIR MROZEK.

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Había un río con un pueblecito a cada lado. Se unían por una calle sobre un puente que cruzaba el río. Un día, apareció un agujero en el puente. Ambos pueblos estaban de acuerdo en que había que arreglar este agujero. Pero no se ponían de acuerdo respecto a quién le tocaba hacerlo. Cada uno de los pueblos se consideraba superior al otro. El pueblo de la derecha del río decía que era el principal destino de la calle, así que ya que el otro pueblo era menos importante, se debía encargar de arreglarlo. El pueblo del lado izquierdo del río, por su parte, mantenía que todo el tráfico venía hacia ellos, de modo que les debía tocar a los de la derecha.

La disputa siguió y también el agujero. Mientras más tiempo pasaba, más crecía la hostilidad entre los pueblos.

Un día, un vagabundo del pueblo se cayó en el agujero y se partió la pierna. Las personas de los pueblos le preguntaron con mucho detalle si había caminado desde la orilla derecha a la izquierda, o desde la izquierda a la derecha, para poder decidir cuál de los pueblos era el responsable del accidente. Pero él no lo podía recordar, ya que esa noche estaba borracho. Un tiempo después, un carruaje estaba cruzando el puente, se cayó en el agujero y se rompió el eje. Ninguno de los pueblos se fijó en este accidente, ya que el viajante no iba de un pueblo a otro, sino que solamente estaba de paso. El viajante salió del agujero y preguntó enfadado que por qué no se había arreglado el agujero.

Cuando escuchó la razón, declaró: "Yo compraré este agujero. ¿Quién es el dueño?".

Los dos pueblos dijeron a la misma vez que eran los dueños del agujero.

"El que sea el dueño tiene que probarlo."

"¿Cómo podemos probarlo?", preguntaron ambos lados. "Es simple. Sólo el dueño del agujero tiene el derecho de arreglarlo. Compraré el agujero del que arregle el puente."

Las personas de los dos pueblos se pelearon por hacer el trabajo, mientras el viajante fumaba un cigarro y el chófer le arreglaba el eje. Arreglaron rápidamente el puente, y pidieron el dinero por el agujero.

"¿Qué agujero?", el viajante decía sorprendido. "Yo no veo ningún agujero. Llevo desde hace tiempo buscando un buen agujero. Estoy dispuesto a pagar bastante dinero por él, pero por aquí no hay agujero. ¿Me están tomando el pelo, o qué?

Se subió a su carruaje y se fue. Las personas de los dos pueblos ya han hecho las paces. Ahora esperan en el puente en perfecta armonía y, cuando pasa un viajante, lo paran y le dan una paliza.

sábado, 12 de noviembre de 2016

PARÁBOLA DE LAS MULETAS.

CUENTO INDIO.
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Había una vez un país donde todos, durante muchos años, se habían acostumbrado a usar muletas para andar. Desde su más tierna infancia, todos los niños eran enseñados debidamente a usar sus muletas para no caerse, a cuidarlas, a reforzarlas conforme iban creciendo, a barnizarlas para que el barro y la lluvia no las estropeasen. Pero un buen día, un sujeto inconformista empezó a pensar si sería posible prescindir de tal aditamento. En cuanto expuso su idea, los ancianos del lugar, sus padres y maestros, sus amigos, todos le llamaron loco: "Pero, ¿a quién habrá salido este muchacho? ¿No ves que, sin muletas, te caerás irremediablemente? ¿Cómo se te puede ocurrir semejante estupidez?".


Pero nuestro hombre seguía planteándose la cuestión. Se le acercó un anciano y le dijo: ¿Cómo puedes ir en contra de toda nuestra tradición. Durante años y años, todos hemos andado perfectamente con esta ayuda. Te sientes más seguro y tienes que hacer menos esfuezo con las piernas: es un gran invento. Además, ¿cómo vas a despreciar nuestras bibliotecas donde se concreta todo el saber de nuestros mayores sobre la construcción, uso y mantenimiento de la muleta? ¿Cómo vas a ignorar nuestros museos donde se admiran ejemplares egregios, usados por nuestros próceres, nuestros sabios y mentores?

Se le acercó después su padre y le dijo: "Mira, niño, me están cansando tus originales excentricidades. Estás creando problemas en la familia. Si tu bisabuelo, tu abuelo, y tu padre han usado muletas, tú tienes que usarlas porque eso es lo correcto".

Pero nuestro hombre seguía dándole vueltas a la idea, hasta que un día se decidió a ponerla en práctica. Al principio, como le habían advertido, se cayó repetidamente. Los músculos de sus piernas estaban atrofiados. Pero, poco a poco, fue adquiriendo seguridad y, a los pocos días, corría por los caminos, saltaba las cercas de los sembrados y montaba a caballo por las praderas".

Nuestro hombre del cuento había llegado a ser él mismo.